Nos puede pasar a cualquiera
Estaba en casa viendo la tele cuando un amigo me comentó lo del vídeo sobre el convenio para la puesta en marcha del fondo social de vivienda. Inmediatamente pensé en lo bonito del nombre y en lo loable de empeño y con excitación me conecté el portátil y busqué en la red el susodicho vídeo. No me dejé influenciar por lo titulares que se incluían en la página del vídeo y que se refierían a la rueda de prensa con términos que uno sólo asocia con películas de tono marcadamente melodramático. Además, me dije a mi mismo, los políticos españoles no son dados al llanto fácil o a caritas lacrimosas y por tanto eso de la “emoción” parecía un eufemismo demasiado obvio.
Con eso en mi mente, comienzo a ver el vídeo. Todo parece ir acorde al guión y de repente, como si algún tipo de interferencia hertziana provocara un cruce de señal con un canal de televisión mejicano, se produce un hecho interesante. La portavoz del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, se me aparece como uno de los protagonistas de aquella famosa serie de sobremesa Los Ricos También Lloran. Así, la malvada protagonista principal en su agónico lamento de chica bien que siente pena por aquellos pobres desgraciados que no tienen nada, derrama una lagrimita en señal de emoción mientras nos suelta un discurso que hace incluso hacer reír a los periodistas en la sala de prensa. Como dicta el guión, la mala de la película debe en algún momento apelar a la audiencia y mostrar una cara más amable, casi de compasión por parte de aquellos que la escucha. La vicepresidenta del gobierno de Rajoy cumple con el papel a la perfección cuando nos cuenta el terrible comienzo de la crisis en España, y cómo en su misericordia, las medidas contra los desahucios están en proveer caridad a algunos pocos. Y ahí que se recurre al sentimentalismo y al famoso “eso nos puede pasar a cualquiera”.
Pero no a cualquiera
Y justo cuando el vídeo llega al final, me doy cuenta de que el episodio del culebrón para ese día se terminó y que queda esperar por la continuación al día siguiente. De la misma manera que aquél culebrón no parecía tener fin, tampoco encuentra solución los desahucios en España, y el gobierno decide caer en la falsedad y la estupidez con medidas que poco o nada tienen de solución real. Recurrir a la lagrima fácil (haya o haya habido tal lagrimas) es algo que insulta a aquellos que tienen un nivel mínimo de dignidad.
Mientras la vicepresidenta se atreve a decir su famosa frase, la sociedad española sólo necesita ver las noticias del día a día para darse cuenta de “eso” no le pasa a cualquiera. Le pasa a aquellos que trabajan duro cada jornada para alimentar a sus familias y pagar la hipoteca de sus hogares. Los despidos colectivos, las reducciones de dietas, la perdida de coche, de derechos sociales y de otras tantas cosas no le pasa “a cualquiera”. Existe de una manera clara dos Españas, como las dos clases sociales en el culebrón Los Ricos También Lloran. Pero a diferencia de la serie, sabemos que la protagonista pobre no va a tener el final felíz de la serie. Aquí a los únicos que tendrían que caerse las lagrimas son a aquellos que nos cuentan tantas falacias que se tienen que estar echando a llorar pero de la risa que les da darse cuenta de que la sociedad se crea todo lo que dicen.
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